Porque la risa verdadera desarma cualquier argumento
y tenemos pocos de verdades contundentes,
es que la miseria humana me come las tripas
hasta retorcerme y no hago más que mirar alrededor
como si estuviera a las puertas del infierno.
“Abandone toda esperanza quien entre aquí”
escribió Dante y Caronte lo sabe
y aquí estamos, chapoteando en este Leteo
de modo que la sonrisa como gesto gratuito
es un infantilismo innecesario,
nada bueno para el espíritu.
Aunque de vez en cuando algo parecido a la felicidad
se me aparece súbitamente y los labios lo saben,
parece una pelota que hago rebotar contra las paredes
y la agarro con suerte dos o tres veces
pero luego se escapa y te deja como en la cruz o peor
porque estás ni siquiera al principio
aunque se sabe, el dolor no es creador de nada
sino el conocimiento de su ausencia cuando no está.
Todo esto es un mundo en sí mismo
y hay infinitos mundos.
Cada quien elige dónde vivir y dónde poner su corazón,
será por eso que siempre ando peregrinando.
Aristóteles decía que la finalidad del arte
es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas,
no el copiar su apariencia.
Dejémonos de metáforas inútiles.
Se trata del arte de vivir.
Ni más ni menos.
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