Salí a la
calle y vi que todo estaba en su lugar,
la basura
fuera de sus contenedores
y dos
piernas que salían de uno de ellos
como si la
basura tragara ese hombre
que no era
tal,
una mujer o
una adolescente quien sabe
con algo
en la mano
desembarcó
al borde de la acera
entre el
agua servida río abajo
como si la
lluvia mansa mojara sus pies
tan
insensibles que les da lo mismo
el
zapatito de la cenicienta
o esos
talones tajeados.
Tres o
cuatros muchachones hacen humo y del malo
riéndose
sin reírse
hablando
un idioma de abismos fonéticos,
un bus se
escapa de la parada y de ellos
dejando un
racimo de puteadas porque no ha parado.
El sol
quiere caer a pique buscando los cráneos desprevenidos
y el tiempo
hace lo suyo,
pasa que
se las pela de tan rápido que rompe los relojes
los
comunes, los malos y los de titanio con baterías para siempre
o cambia
de opinión como yéndose hacia atrás
tan
despacio que hasta yo lo paso sin esfuerzo
que es
cuando revuelvo las cosas del pasado.
Ciertas
músicas terribles salen desde las ventanas
y no
armonizan con nada parecido a una partitura
y pienso
que los que gritan van a quedarse mudos
y celebro
eso un momento
pero ya se
sabe
es un
éxito que me martillarán cada dos publicidades
a lo sumo
tres.
Los
vecinos en lo mismo de siempre:
los
ausentes pues ausentes
los añosos
ya buscando sus palomas
las
mujeres en sus tareas
salvo las
que vigilan la buena moral y la costumbre
fortaleciendo
sus músculos orales al atardecer
en las
puertas de las casas invariablemente
en fin:
salí a la
calle y vi que todo estaba en su lugar.
Verdaderamente
un asco.
Y nadie me
dijo aún cuánto debo pagar de condena.
Y nadie me
dijo cual es mi abogado si es que tengo
porque mi
defensa se debilita
y todo
esto que tengo a modo de esperanza
se va
volviendo vieja.
Pensé en
gritar pero sería malinterpretado
juzgado
encasillado malmirado
y en vez
de estar en las bocas de las bellas
estaría en
los paladares de aquellas cuyos senos
dista una
ecuación cuántica de los que supieron ser.
Salí a la
calle y vi que todo estaba en su lugar.
Miré al
cielo por no mirar a cualquier parte
y una nube
me miraba.
Falta que
me llueva en la cabeza.
Llego a la
cola del supermercado por víveres,
tengo el
número cincuenta y tres
y van por
el veintiocho.
Miré a mi
alrededor y vi gente esperando como árboles
y tuve
miedo de mirarme en un espejo.
Estoy
perdido.
No hay
intersticio posible por donde huir.
Y es que
ya estoy en la calle.
Soy un
hombre que resiste a pie firme
aunque
parezca y me digan sin dudas acusándome:
todo está
en su lugar.
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