miércoles, 30 de noviembre de 2022

UNA CRUZ SE HA CAÍDO

Una cruz se ha caído.
El cura horrorizado mira el armatoste clavado de cabeza,
es decir, como Pedro
y se espanta.
Mira a lo alto de la iglesia y se pregunta
cómo ha sido que han dejado sin la señal de la cruz este lugar.
Es que la cruz está inclinada justo en el jardín
como un nuevo huerto de Getsemaní.
Es que la cruz está orando su signo de hormigón
en nombre de su símbolo,
es que la cruz quiere acaso apartar de él ese cáliz.
El cura se inclina como pocas veces
con tanta sinceridad que hasta parece un cura,
mira
y su mirada es todo un discurso
todo un sermón,
las palabras les naufragaron mar adentro de su boca
donde la fe le anda a tientas.
El sol cae a pique sobre la sombra
donde la cruz se alarga y abarca.
Un silencio dice su homilía de viento y pájaros.
Entonces el cura de rodillas se confiesa
como un hombre simple
como una carne polvorosa
como un gusano que se arrastra.
Otro silencio también dice su homilía de viento y pájaros.
Una nube larga opaca brevemente
y rasga como lienzos del templo el cielo.
Todavía hay lugar para perdonar siete veces siete.
Todavía puede valer la pena saber de otros corazones.
La ropa nada significa,
no hace a nadie digno sino estético.
Una cruz se ha caído
y hecho un milagro tan sencillo:
un hombre se ha levantado,
enamorado.
Es que el campanero
sigue tocando su campana
duro y parejo,
lento y seguro.

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jueves, 24 de noviembre de 2022

SIMPLEMENTE ELLA

Ella esta quieta y me mira.
La mañana está tibia mismamente
como la sopa que hacía mi madre
cuando mira mis aproximaciones con sutil atención
y mueve la cabeza porque recorre mi mapa
como estudiándolo
pero está quieta y sumisa :
sabe de mis movimientos y mis manos,
no se escandaliza ni grita
y me recibe con apenas un sonido quedo
como aguardándome
todos y cada unos de los días.
Está recostada y observándome
y es hasta más linda cuando el sol se cuela
y la ilumina con un rayo pequeño y tornasolado
y con asombro me extasío en todos sus colores.
Yo la cubro con mi sombra
la cubro con mis ojos
y ella se queda así, esperándome,
lista a la llegada de mis manos al roce en su costado
hasta que se hundan como barcos mis dedos
buscando
y aguarda haciendo sólo suyo el próximo momento.
Agradeceré sus frutos debidamente esta mañana.
Ella que espera
y yo que cumplo con lo que prometo:
acerco mis manos al contacto
y es como una magia extraña el encuentro.
La mañana está tibia mismamente
y todo ha sido consumado:
la gallina ha puesto un huevo una vez más.

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viernes, 18 de noviembre de 2022

EL ELEGIDO

 Un paisaje sin luna se parece a un abismo donde exactamente los perros buscan su linaje y vienen a desgarrar las certidumbres. El presagio de un dios avanza, cruje las maderas de las nubes y las venas corren como si huyeran y nunca llegaran. Assir Mun-Abbir siente en sus vísceras que todos los males se tornan sobre su cabeza y la maldición de los cielos lo ha transformado. Las balas que matan no lo echaron de menos y sobre sus manchas de sangre tampoco ha edificado la paz. Sus ojos lo sabían y navegaban la oscuridad como botes de goma, con los párpados abarrotados de corales que no ven y en la boca del estómago le martillea la angustia, las costuras azuladas de la intimidad se hacen tan manifiestas que lo desnudan de todo placer, y como el agua, corroe sutilmente esos mundos hasta sus muslos, se deslizan inestables con pasos de escarabajo, y más abajo, donde sus pies no tienen costa, le sube un oleaje de asfixia, de infinita desgracia que no perdona.

Un presagio cada vez más cercano de ese dios le produce cantos desgarradores. No pretendía comprender las implicaciones de su cuerpo tendido, desparramado de cualquier manera, fundiéndose y arenando los miembros lenta e invisiblemente, porque no hay manera de volver a tallar el destino de un hombre ni un hombre puede cambiar sus trágicos designios. Porque ¿qué hay más que un mundo que emerge como una bala de las callejas? Se preguntaba confundido, ¿qué hay en la carne negro como el alquitrán, que se estira cual si fuesen dedos a través de la sangre y mas allá, sin siquiera una luna vaciando el alma, bebiéndose la roja cerveza y como si la propia cabeza calzara una capucha de no ver? ¿Qué cosa hace suponer eternidades a este Assir Mun-Abbir que represento aquí, en mi peregrino éxodo?
A nadie le importa que yo hable –se repetía-,mis heridas se abren como balcones con sus flores lentas, mi fiebre alienta una farola de extraña luz que hace incierto cada objeto y los sonidos revientan agriamente a quejidos y penares, como escopetazos que resuenan en esa ciudad fantasmagórica llamada corazón.
Pero una sombra le sopló el rostro. Una sombra con la pesadez de las músicas de los bares ultramarinos, que lo impresiona como un borracho llegando desde un espejo desgarrado con los párpados llenos de soles invadidos de triunfos y algas. Una sombra lo envolvió en el manto destinado a los inmortales, parecido iba a una burbuja desprendida e ingrávida, alzada desde la tierra en que anduvo y en una secuencia indefinida de imágenes lo depositó en un jardín, cuidadosamente sepultado en la huella de un pelícano. Eso es lo que sucedió.
“Todo es sueño” dijo Assir Mun-Abbir en un susurro viendo una casa que parecía un navío y un cuerpo semejante al suyo que andaba debajo de los mares. Extrañamente también alcanzó a ver con cierta nostalgia las copas alzadas de todos sus muertos retumbando en las olas, y entonces regresó a su memoria el registro de aquellas palabras que su barbado abuelo le profetizara: un hombre puede cambiarlo todo, pero no un amanecer, ni una lluvia, ni una visión, aunque su alma caiga como un halcón chillando malherido.
“¡Qué dios es este –grita Assir-, que me condena a tantas escenas que no descifro, que filosofan los infiernos en el fondo de mi alma, que devuelve a la memoria los ojos fijos de los muertos como un vapor que sube de una hoguera y su vaho salvaje destripa mi corazón en un ritual indigno de un hombre! ¿Qué dios expía mis sacramentos y sin darse a conocer, pretende que crea en tales espejismos? ¡Muéstrate –increpaba fieramente-, quiero saber qué te propones antes de beber en el cuenco del olvido esta ácida estupidez!.
Porque sobre el lecho de las aguas nada puedo ver, ni siquiera mis carnes que en tantas oportunidades voraces dediqué al deseo mordiendo los cuerpos de las mujeres y haciéndolas perecer de deseo hasta volcanear sus lavas.
Apenas percibo una sombra de ángel caído del mundo, ¿es que acaso es el abismo un cráneo de hombre, que una simple mirada derrumba los siglos en que me aparto de mi mismo? ¿Quién soy, en qué me he convertido y quién me llama?”
Assir Mun-Abbir caminaba sus propios pasos sin saber con exactitud si ya otros lo habían caminado o si como en un infierno, repetiría concéntricamente el mismo camino sobre las mismas huellas, salvo que al parecer, las siluetas de sus pies parecían mariposas aplastadas.
Pero lo cierto es que nunca pudo ver la cara de esa sombra. Que nada pudo agregar a lo ya dicho excepto reflexionar míticamente en si acaso fuese un sueño, una mera reproducción de sus pesadillas con esa carga trágica que contiene todo episodio inexplicable. Tal vez y ya en la más atrevida de las especulaciones, esas propias pesadillas lo representaban tan espejadamente como en cierto pasaje Ulises representaba a Dante en la Comedia, y su propia culpa lo condenara por infringir las misteriosas leyes de la noche, esa jauría de negras yeguas que lo estaban dominando. Quizá sugerirse si, como aquél escritor inglés Dunne sostenía en el viejo texto “Un experimento con el tiempo”, que cada uno de nosotros tiene la posibilidad de una mínima parte de eternidad propia y personal como posesión cada noche, y si por ventura fuera esto cierto, entonces ésta era su noche, su eternidad y por consiguiente la sombra representaría la cosa que él era, y si todo esto no fuese así, pues otra posibilidad podría indicar que como Eneas, había descendido a los Campos Elíseos y mas allá de las columnas de Hércules, veía la sombre de Tiresias, la de sus propios muertos y entonces ese vacío en la boca del estómago era Efialtes, ese demonio de la pesadilla, ese íncubo que lo oprimía sin cesar.
No obstante, la figura desapareció tras una misteriosa puerta que contenía una secuencia numérica caprichosa y singular donde resaltaba claramente los números 1, 3,12 y 5, y al hacerlo, también entonó el número que a él, Assir Mun-Abbir le había sido designado.
Pero no pudo escuchar esa levedad en su oído debido al murmullo de la sangre, y si como todo se lo hacía suponer, la tarea consistía en reabrir esa puerta como si fuese un libro y hurgar en esos números, ahora bien: ¿dónde debía recomenzar? ¿cómo volvería a escuchar su propio y abismal nombre?
Buscó bajo todas las piedra de su propio cuerpo y ni siquiera una estéril señal conmovió el silencio. Su cuerpo seguía allí, tendido, desparramado y patético, tan quieto que ni el olifán, esa trompeta de marfil que hacía sonar Roland en sus cantares lo podría ya mover. Recorrió valerosamente parte a parte ese melancólico instrumento carnal que reconocía como suyo hasta la altura justa de una de sus manos, donde a escasos centímetros yacía un manuscrito. De él poco pudo descifrar, el registro era para su sabiduría extraño en relacionar cierto viaje con la casa del navío, los muertos, sus copas y las mujeres que se hundían definitivamente llevándose todos los brazos y los abrazos a través de inmensos ríos de lava fría. Mas adelante un trazo hablaba de que en el principio, existía la vida de un hombre que vivía y moría tantas veces que aprendió de caballos, piedras y pecados, y que cada vez que los poseía lloraba impotente su soberbia y vanidad lleno de vergüenza. Ese hombre levantaba un muro que no podía derribar y dentro de él había una prisión que tenía un carcelero con sus mismos ojos, sus mismas manos, su misma sonrisa que arrancaba trozos de corazones para los cuervos. El carcelero a su vez tenía un brillo de lágrimas y files, porque había visto una vez el amor y por eso, impedía al hombre derribar el muro que construía, como un esclavo miserable de su propio amo.
Pero no pudo seguir leyendo porque todo se diluía después de los enigmáticos 1,3,12 y5 en ese orden, como si el proceso posterior quedara abierto, o bien porque había sido escrito y cierto exorcismo lo había liberado o como si un ancho campo abriera una nueva dimensión donde fuese posible otra historia reelaborada para un mismo hombre.
“Qué acontecimiento es éste –inquiría Assir Mun-Abbir-, que confunde a un hombre en sus errores tan lleno de sentimientos ambiguos de culpa. ¿Es que los números 1, 3, 12, y 5 me anuncia un oscuro comienzo del Tetragramatón, ese nombre de cuatro letras de Alá, del Dios del Universo? ¿Será por lo tanto el vislumbre de una secuencia que pronunciada exactamente incluso gesta mundo y pare hombres? . Incluso yo mismo, ¿seré ya una leyenda, un delirante, apenas un trozo de arcilla o un hombre que sueña caído de su cráneo, dormido, desmesuradamente dormido, soñando, verdaderamente soñando?”
Durante un entramado inexacto de tiempo hubo noche y Assir Mun-Abbir sufrió el insomnio del soñar o del vivir entre los oscuros caminos de la arena contra el oleaje de su cuerpo tendido, desparramado de cualquier manera, hasta que la luna entró en sus ojos sin ninguna clase de moraleja y hasta que la puerta o el libro fue trepándose despacito, despacito hasta el horizonte cuando, entumecido por el agua que entraba y salía a borbotones de su boca, desapareció haciéndolo vomitar.
En su cabeza aún resucitaba la profecía de su barbado abuelo: un hombre puede cambiarlo todo, pero no un amanecer, ni una lluvia, ni una visión, aunque su alma caiga como un halcón chillando malherido.
En su corazón ahora también sabía que todo hombre teme lo que le sobrevendrá. Un fulgor de viejas lágrimas saludaban sus adioses y una sombra que no era la suya borró una huella de pelícano entre las sogas de su propia metamorfosis, ese poema oscuro de vivir la vida.
Entonces, Assir Mun-Abbir levantó los ojos llenos de mundo y voló como un halcón.


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sergio cassarino
DERECHOS RESERVADOS

 

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martes, 15 de noviembre de 2022

COMO UN ÁNGEL

 

 

Apenas detrás viene mi Sancho
no quiere ir a la par
dice que repito lo absurdo
que no he leído lo suficiente 
que los griegos siguen ahí como semáforos,
apenas detrás de mí no murmura mis errores
y lleva demasiada memoria
de las ventanas abiertas a las estrellas
las lunas llenas y los abrazos
lleva cuentas de las ingenuidades de mi semblante
las fogatas del corazón
las muecas de lo perdido,
los murmuradores que ponen piedras cada día
procuran mis huellas
miserables ellas y más miserables ellos.
Apenas detrás viene mi Sancho
dice que no tengo remedio
que creo demasiado en las miradas
por eso cuida mis espaldas
y su sombra se confunde con la mía
como un ángel.
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sábado, 12 de noviembre de 2022

HAIKUS COMO PIEDRITAS

 


Bombea, quiere

estirarse y amar, 

piel sangreando sol.


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Irnos a la luz

en perspectiva clara

alma en mano.


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Tanto desamor

me come las entrañas:

bestia de ciudad.


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Como caracol,

desplazándome lento

entre los locos.


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Sin abogados

camino las tinieblas

hacia mi mismo.


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Los huesos blancos

baten la carne viva

y me excretan.


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Con esta vida

volveré a Itaca,

fondo de mi luz.


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martes, 8 de noviembre de 2022

ESPERÁNDOTE

En medio de esta locura
estoy lleno de raíces y de sombras,
ya ves
pocas luces traspasan el alma
de esas que valen la pena.
Llueve de vez en vez
y el agua se me resbala inútilmente
no obstante que parezca un árbol
parado y desnudo
no creas todo lo que ves,
tengo la piel tranquila de las hojas de la vida
que son como espejitos
cada uno con su pequeña historia
y las cicatrices que vez en el tronco,
son frutos del suplicio de los vientos
o de los que vinieron con máquinas a quebrarme
a sacarme por la fuerza
a moverme porque sí, porque molestaba;
pero aquí estoy
siempre estoy aquí
en medio de esta locura
lleno de raíces y de sombras
con los músculos flexibles a tus requerimientos
y soy de los que no cambian follaje
ni dejo solo a nadie en el invierno.
Tengo una barba áspera
pero para engañar a los que se dejan,
si miras en mi cabeza
tengo nidos de pájaros puestos de sombrero.
Apaciéntate en mi un ratito
yo sé bien quién soy y donde estoy.
Descansa un poco
hubo un tiempo en que la hospitalidad era importante.
Después no sé bien cuándo se olvidó
y el sol se llevó esa memoria con el viento.
En medio de esta locura
puedes llegar a mi encuentro,
aquí estaré como siempre
en el cruce de caminos,
esperándote.

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jueves, 3 de noviembre de 2022

FAROLITOS DE PAPEL

 En un rincón

 cuelga mi amor en una jaula

       donde el patio

  llenito de helechos y cretonas

       mira y canta al mundo

          descalzo

      cómo se va la tarde sobre el muro viejo,

        las sombras que lloran el anochecer

   la puerta por donde cruzaron las manos carceleras

             el talle que aprisionó entre rejas

                      sus suspiros.

             Los pasos tibios

                  que no volverán:

                       farolitos de papel

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miércoles, 2 de noviembre de 2022

LOS ABRAZOS

La magia de los abrazos
que hacen estallar el universo
y por un momento
creer que se está santificado
que tanto camino valió la pena
salido de ellos 
renacido o muerto
como si fuese una eterna despedida
un desgarro del árbol de la humanidad
y después -sólo después-,
lo siguiente es una página en blanco
de ojos sin palabras.

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