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Esta calle tiene la nostalgia
de los animales muertos
donde uno puede presentir
sus almas desparejas y tristes
y hay muchas que hasta
siguen llorando esa neblina espesa
que por momentos moja el
pelo y cae en gotones lentos
que chorrean llenos de
voces en un coro imposible.
Esta calle tiene cerca de
la esquina un bar de mala vida
ausente de todo menos de
ese aroma a letrina y amoníaco
con un ventilador en el
techo que se mueve lento
esperando al quijote de
turno para desvirgarlo
y enseñarle cómo son las
cosas por estos mundos,
se mueve por el aire
espeso
como cortando al mismo muerto uno y otra vez,
con una lamparilla en la puerta que está
agonizante y sucia
cual si fuera una pordiosera misereando un
poco de luz
sólo para ver qué tan veraz es la cara de los
fulanos
que confunden las ventanas con espejos
y
los papeles tirados como flores en sus jardines,
una lamparilla sola como si fuese la última
esperanza
la
última puerta de andén hacia alguna parte mejor
donde esos mismos fulanos
están persuadidos de que la poesía es
como fino cristal
y es cosa así nomás sin tanta vuelta
de desnudarla para enseñarle de qué
materia está hecha
el alma de un hombre en la noche cuando
sucumbe de este modo,
caminando por esta calle de vuelta de
todo y todos,
sabiendo que los mejores ya se han muerto
que no habrá más eco que el propio eco
porque ya se perdió la esperanza de que
algo pase
y no se sabe adónde fue a parar la risa
entre tanta pobreza.
Esta calle tiene la marca de la fatiga de
sus caminantes,
nacimos en medio de esto y así moriremos
sacando la cabeza para respirar de vez en
cuando
nomás que para saber que pudimos tener
otra vida
pero ya es tarde, ésta es la realidad:
vengo como puerco
a dejar este olor entre otros olores
y no los discursos de turno con su sol
tibio y estable.
Tu haz lo que te parezca.
Esta calle es suficientemente ancha para
los dos.
La noche nos tragará de todos modos.
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