El hombre que vivió en El Cairo
miraba caer un hombre a su final.
Un hombre totalmente desconocido
el charco de sus estrellas desparramado,
la gente decía que él decía que era poeta
carpintero campesino astrónomo
que lo desterraron de su paraíso
que mandaron su cabeza al destierro
esos sueños de tanjarinas dulces
un beso más para la muerte
en la tranquila música del tiempo
que es la hora cero de cada día.
En cuanto al paraíso es otra cosa,
el paraíso no se conquista,
lugar en el cielo de un azul profundo
hasta el negro
en que no vienen las carrozas incendiadas
de luces,
el negro se traga todo
y los efectos especiales son para las
películas
ni huelen los aires como las rosas de
Damasco.
Tras de eso está el paraíso
que es decir lo mismo que un misterio .
Deborah mira al hombre que vivió en el
Cairo
como un sueño de primavera
en los jardines flotantes de Babilonia
que miraba al hombre caer a su final
en tanto una estrella seguía encendida
fuera de Bagdad
con sus siete círculos de colores que
hieren la vista
y la gente que vale menos que nada.
Genoveva mira a Deborah
que mira al hombre que vivió en El Cairo
finalmente pocos encuentran el camino a casa,
las pequeñas flores de la mar apenas un
guiño
marcan el camino de regreso al alma
porque la música de los dioses modernos
comienza siempre después de la pasión de
Cristo
en sucesivas secuencias mentales,
en sucesivos gestos infames y
desordenados.
Margarita mira a Genoveva que mira a
Deborah
que mira al hombre que vivió en El Cairo,
hay memorias en azul, en verde y en sepia
hay también memorias negras,
caen como lluvias metálicas desde los
ojos
en una sagrada noche donde el pecho se
abre
a un perfume exótico sobre el oxígeno de
la sangre.
De lejos retumban los tambores cordiales,
vienen llenos de abrazos y alegrías
extrañas
los oráculos de Apolo vienen de camisa y
corbata
sus sacerdotisas bailan en los shows
fuera del círculo del amor
los truenos son estruendos profundos y
graves a los lejos
y un coro se escucha, un coro homérico
triste
cuando la mujer se baja de sus coturnos
se saca la máscara y es apedreada,
entonces se escucha la canción de Raquel en sangre.
Deborah que mira
Genoveva que mira
Margarita que mira
la canción de Raquel en sangre.
Todo comienza después de la pasión de
Cristo,
del Cristo que mira
preámbulo de peripecias para nosotros
la canción de Raquel en sangre.
Es cierto:
los hombres se siguen cayendo hacia el
final
otros los tiran colaborando pero no van
al paraíso,
la gente dice lo que le parece de los que
se caen
porque subversionan la justicia verdadera
que bien pudiera ser una mirada de amor.
Siempre en algún lugar hay alguien con
esa misericordia .
La canción de Raquel en sangre pega
fuerte
la canción de los débiles en sangre pega
fuerte.
El hombre que vivió en El Cairo lo sabe.
Sacó un pañuelo del bolsillo
miró al su alrededor entre alfa y omega
y en representación de los nombrados
y nosotros todos
secó sus lágrimas también de sangre al
amanecer.
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