martes, 22 de marzo de 2011

CUÍDATE CUANDO ESTÉS CONMIGO

Cuídate cuando estés conmigo,
ya te lo aviso.
Nosotros somos como dos extraños.
El alma es como un amor o una pena,
como una muchacha besuqueada porque sí
y uno no sabe bien porqué y acaso de qué están hechos esos besos.
 Y aunque no lo parezca estoy sólo como astronauta
mirando la profunda noche universal.
Cuídate cuando estés conmigo,
quieren entrar en mi corazón para hacer de él una cueva de ladrones
pero la película termina como siempre:
latas de cerveza vacías y cigarrillos aplastados como moscas
cual si fuesen hombres contra la pobreza
tan natural que no nos mueve ni conmueve,
canciones de los radios que pasaron de moda
como estrellas fugaces
como caras que pasan por la televisión
y se van a tragarse en el agujero del olvido más lucrativo,
esa sonrisa anoréxica para ser lo que no  se es. 
No ha quedado nada de aquellos días y los que mañana vendrán,
 tendrán la misma cruz y suerte.
 Risas de fotos de gente que ya no es,
 ni yo mismo que me río con cara de nada parecido a la felicidad,
orines baratos de los amaneceres cansados
 agua con hipoclorito que sale de los bares antes de abrir su boca maloliente.
 Vanidad de vanidades. Toda vanidad. Un querer atrapar el viento.
 Vivo en un lugar sin domicilio donde la gente tiene ojos de piedra
y ya no se acuerdan ni de sus padres ni sus abuelos
ni las fotos aquellas en que reían sobre los hombros de ese viejo,
atrás van quedando los funerales de los mejores amigos
que un día se fueron de la vida sin avisar,
 simplemente huyeron en el desvío de una mujer o un país o la simple tierra.
 Cuídate cuando estés conmigo.
Esta noche el noticiero tiene las mismas caras,
las mismas sonrisas que describen con gusto el terror y la muerte,
la misma cara con corbata como un ahorcado contento,
el mismo busto la buena muchacha
buscando escapar algún augurio o  noticia de las que nunca llegan.
Olvido esto por un momento:
 por la ventana hay un tipo fumando duro
con los ojos rojos en una neblina personal.
El patrullero pasa pero lo conoce como conoce todo
y  sigue despacio su marcha sin novedad
como los trabajos y los buenos empleos,
como el ganarse un pan, dos panes, tres panes,
y ya lo sabes:
 nada es seguro salvo que nada es seguro.
 Parpadeo esa realidad tramposa en una ciudad muy despareja,
llena de pozos mal tapados, de grietas hacia el infierno de Dante,
 tapas de cloacas que estuvieron y se fueron al quinto círculo
 y el hormigón  con surcos de viejo enclenque
 que te endurece los talones y las uñas de los pies
 pero  te aflojan las rodillas en el siguiente agujero.
¡A dónde se fueron las brillantes mentes
destruidas por la hierba dura de tanta ciudad!
Cuídate cuando estés conmigo,
en mi baño el agua fría te vuelve helado un soul
y hasta se te cae un blues por los ojos de tan helado.
Me pregunto dónde están los hombres con sus cerebros desnudos
después de rascar dos o tres malos versos
con el terror de no sentir nada mas dentro
que sólo el silencio y darse cuenta que la musa no está,
nunca estuvo, cuento de niños,
 que se escribe con sangre o nada, no se escribe nada,
y se camina fatigosamente el eterno purgatorio
lleno de palabras inútiles, escombros con letras,
pesadillas que despiertan sus sueños paganos
en los callejones con lámparas ahogadas de oscuridad
y siluetas en silencio, quietas,
ninguna luz de tráfico en la calle
ningún haz de neón que salve una idea,
atrapado como rata en la cabeza de pensar algo
que realmente valga la pena de sentirse vivo
sin la boca desvencijada de tres o cuatro rufianes te quiero.
A dónde drenaron las buenas almas,
todavía tienen flores. 
Y los que conversaban de cosas importantes tales como el sol
y el universo, los niños y el viento en la cara,
cuando llegaron parloteando estas astillas tristes
que me llenan de aserrín el alma,
estos hombres y mujeres que me excitan los globos oculares de porquerías
 porque siempre es tiempo del show que te estallan en imágenes huecas,
abismales, inmensidades de nada en tiempo real,
cárceles, guerras y despojos humanos
que se ríen expulsados de sus intelectos
 que te invitan a la nada con sus torsos desnudos anabólicos
 a dejar tendales de corazones rotos porque sí
y a beberse la lluvia de su medianoche pequeña y esclava. 
Han vaciado todo, han tirado todo por la ventana,
 no queda nada de la mueblería mental:
sólo las paredes y los espacios en blanco donde duermen
y la basura que queda desde hace tiempo acumulándose
 hasta que las vomita en tus solapas, en tus jeans, en tus buenosdías.
Cuídate cuando estés conmigo,
está el Hijo del Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de siempre.
Estamos en el guisado humano de estos tiempos
y como bien sabes, no hay garantía.
Ten tu corazón a mano como amuleto, salvoconducto o lo que sea.
No sé qué será de mí.
Cuídate cuando estés conmigo.

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