Pongo aquí estas palabras secas que
no paren flores
escapado como estoy de los cuerdos
de atar
porque miro el mundo por las
ventanas de los ojos desaguados,
miro todas estas cosas y pienso
que la quinta de mi guitarra siempre desafina.
Yo apuesto a las patas del caballo
perdedor:
se me sigue cayendo la sangre por los
clavos de la cruz.
En la calle mientras tanto pasa de
todo:
me miran como diciendo usted es un
imbécil,
una marquesina me aconseja:
“prepare sus propias cremas de
belleza”,
escucho que el problema de las
empanadas es el repulgue
y que mi canario ya no me chifla.
Por eso mi gato aburrido cazó una
mosca y la observa
¿por qué?
porque es mucho más sabio que yo.
Allá en la esquina
cruza la exiliada Blancanieves fuera
ya de sus enanos,
está gorda de tan malcomida
con el vestido sucio camino al
contenedor de basura más próximo
y míster músculo corre a salvar otra
ama de casa en apuros
cuando el esposo no está.
Cosas así desafinan la quinta de mi
guitarra.
La danza de la seducción, del
cortejo,
esa forzada mentira que no
volveremos a repetir
cuando la presa fue cazada y todo ya
ha concluido:
vana esperanza.
Miro el espejo que mirándome
a cada rato cambia de opinión.
Pero no hay caso, no pego una.
En fin. Pongo aquí estas palabras
secas que no paren flores
porque no quiero que por mí vengan
los escándalos
cuando escupo respuestas de armas
tomar
y no hay caso una y otra vez,
la quinta de mi guitarra sigue
desafinando
justo al lado del corazón.
El mundo de los locos estará ahí,
siempre estará,
por eso cuando me saludan con cualquier
estupidez
de modo oral o escrito pierdo los estribos:
la falsación desdibuja las cosas
hasta el ridículo,
la falsación y las palabras no
resisten los archivos.
afino, afino y no dejo de afinar.
Tristeza de escuchar siempre la
maldita quinta de mi guitarra
desafinando sus lágrimas sobre
el mundo.
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