lunes, 18 de agosto de 2014

ESTA MUJER

Esta mujer de la que hablo no tiene cara de portada de revistas,
ella ha viajado mucho, mucho,
se le nota en la cara el mundo.
Ha viajado en un tren cargado de días
con calor, olor rancio de axilas y frío que te parte los huesos,
anduvo recorriendo vagones y vagones
mirando esos carteles que te dicen
cómo ser más joven y hermosa
si calculas unos doscientos artículos de belleza
todos a precios de ganga
puestos unos después de otros
a veces intercalados
yuxtapuestos
con una máscara arriba de otra
arriba de otra de tu cara.
Yo la conozco cuando tenía
arbustos juveniles y era primavera pero ella no lo sabía,
porque no era una flor encendida,
era una mujer con cara de mundo
de traqueteo que te deja el camino
el humo, el olor y las conversaciones agotadoras
de cualquier cosa por no estar en silencio.
Ha parado en muchas estaciones diferentes
que tienen distintos nombres y diferentes golpes,
que ya se confunden los nombres los sitios y los años.
Esta mujer de la que hablo conoce bien las estrellas
las nubes, la lluvia y la resaca en la ropa,
y es ese vacío en los ojos
que hace que avance por la calle paso a paso entre todos
con su cara de mundo
ahora que va pasando y se va
hacia alguna parte que siempre es la misma
que parece un paradero
pero es sólo el lugar donde sus pies se detienen.
No tuvo la suerte de los jazmines
ni siquiera la de las margaritas silvestres de campo.
Esa mujer no tiene pájaro que le cante
para avisarle que repose un rato sus huesos.
Esa mujer no tiene poemas de amor
ni sabe lo que es eso.
Tiene un pedazo de pan o algo y un banco en la plaza,
cualquier banco.
Saca algo de una bolsa y se ríe.
Debe ser alguna esperanza.
La noche la abraza y hace el resto.

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