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Entonces las manos enjugan el pecho
pero la boñiga sigue ahí como una oración
negra espantosa que uno arrastra
como bolsa inmensa de culpas de uno mismo y de otros
que estuvo en compañías que no
quisiera recordar
pero ni eso, vuelven como íncubos, esas memorias duras
y entonces uno piensa en la palabra redención
en la palabra salvación
para un inadaptado al cáncer de la hipocresía.
El tiempo se hace el harakiri sobre esta cara
que es un atropello contra mi inmortalidad
por eso soy hostil a las fotografías
que no pueden dibujar el sentido de las almas,
son cadáveres quietos para siempre
nadie está ahí salvo el fugaz segundo de la captura
ese soy yo ese no soy yo
el tiempo desaparece mi mejor tabaco de pipa
en volutas azules y olorosas
como si este no fuese ni mi día ni mi hora
ni este maldito minuto
ahora mismo
ahora mismo
ya
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