martes, 5 de diciembre de 2023

SIMONE DE BEAUVOIR Y YO

Los transeúntes despreocupados
y Simone mirándolos en Café de Flore.
Un presuroso bajo la llovizna es otro
un otro entre otros
entre millones
un singular mojándose la historia
en la semirrecta de la vista de Simone
incrustado en sus ojos
terminó por desaparecer
en el invariable final de las cosas:
el olvido,
ese hombre y la medida del olvido
que existe cruzando la calle
unos cuarenta metros escasos
para una breve antología
da escalofríos.
La llovizna va y viene
como simple existencia
que pasa y ha pasado
la mirada semoviente vagando por la ventana
las otras mesas llenas o vacías
el fuerte olor a café
el sentido mínimo de existir necesario y contingente.
Entonces la pregunta por el amor
en el fondo de las cosas
no entra por la puerta
no cruza la calle bajo la llovizna ya espesa
cuando París pudiera ser o no una fiesta.
El amor no es fácil.
El reloj en la pared va matando el presente
y lo entierra destripando minutos.
No se puede llorar la realidad.
La vida abraza sin mirar a quien.
¿Y el amor?
Mañana
si es que hay mañana
otras personas
otras preguntas
que no tendrán respuestas.
Tal vez se trata de comulgar pienso yo
en una mesa contigua
con el café ya frío.
Sin cruzar tiempo y espacio
seguimos mirando las mismas cosas
con ojos nuevos
simplemente
Simone y yo.

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