viernes, 3 de mayo de 2024

CANTO DE LOS COMPAÑEROS QUE VIENEN ABRAZADOS

 


Es el canto de los compañeros que vienen abrazados
creyendo que han ganado algo.
Quisiera poder olvidar.
   Tengo la cara en la lluvia
              la cara de la lluvia
              la cara de lluvia
      en este tiempo que hemos cambiado,
               que no somos lo mismo,
tiempo profundo como abismo de un segundo
     a lo largo de la vuelta de la aguja del reloj.
Memoria de los árboles de la calle del rosedal
    en el libro de los días
cuando una muchacha se emborrachaba de cerveza irlandesa.
Yo te recuerdo y era tan linda tu orografía en mis manos,
yo te recuerdo, el circo del sol sobre nuestras cabezas.
Y pienso que los días caen exactamente
      como una pequeña gota de veneno vez por vez.
Es el canto de los compañeros que vienen abrazados
creyendo que han ganado algo,
    unos cuantos héroes juntos que no se diferencian ya
    de las hojas de los árboles
    caen como ellas en el medio de la otra hojarasca
    y son barridos por el viento del olvido
tal si fuesen una bacanal espantosa de malas hierbas
             ¡qué tristeza!.
La peripecia del hombre está teñida de óxido
   por eso canto para los grillos
     hablo para los grillos
        escribo con mi pie para los grillos,
por algunos instantes me harán saber que existo
      gritándome a la cara mi insolencia,
tengo una lista de crímenes contra mi mismo
     una lista negra
una cuestión subterránea y maloliente
que excreta ese humor espantoso que sale por la boca
   que parecen excusas o perdones pero no,
ese río peor que el de Caronte
donde del otro lado todavía hay más y más negro
hasta el límite del corazón, la última gota de sangre
y la eternidad todo junto en el mismo cuerpo
cosas que nadie delata en su cara cuando lo miras bien,
cuando el espejo ni siquiera te aguanta un segundo más
     porque es asunto de fe o estás fregado
                  hablando claro.
Qué cosa vale la pena
para salvar un alma salvo la fe en la luz
      esto decía aquél hombre,
la luz de los espíritus saludan y me conocen
porque ando golpeando el cielo con este palo
             decía aquél hombre
              moviendo las manos en círculos.
Es el canto de los compañeros que vienen abrazados
     decía aquél hombre
            mientras se iba muriendo en un sucio hospital
                                         de la ciudad de Montevideo.

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