Llueve
sobre el Monte Carmelo
los
jardines de Haifa
la
calle Brecha,
el
agua se desparrama lentamente con cierta belleza
y
un gesto humilde
como
el gusto de la granada
igual
que aquella antigua de Fenicia
llueve
así
tal
si fuese el lento castigo
de
la plaga de los dioses antiguos
cae
y moja al hombre aquél
que
salió del cuarto de Janis Joplin
tan
anónimo con una flor en la mano,
al
viejo que vive en unos cartones
con
nombre de perro y ojos de ángel
por
la calle Timote al sur,
lluvia
que empapa la felicidad con traje austero.
Es
hora de beber un café
cargado
sin
azúcar
con
los ojos cerrados
o
esos kvas en el monasterio del starets Zósimo
pensando
en las máscaras detrás de las máscaras
que
me llueven la memoria
como
por ejemplo en este mismo momento
a
veces.
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